Esperaba con especial fervor el Samhain del año
2013 de nuestra Era Común. Todos los años vivo con expectación este tiempo,
pues grandes y pequeños eventos de mi historia personal han tenido lugar este
día. La razón de mi espera era la publicación de Poderoso se alza en My,
el primer disco de PYLAR.
Reservé para
su escucha la noche siguiente, a la sazón un sabbath, acompañado de pan, queso
y vino, vistiendo camiseta de PYLAR, mi inseparable Pimiento sobre la
testa, y cierta predisposicón a lo que iba a afrontar. Pequeños textos
crípticos sobre alquimia, tarot, música de las esferas, sabiduría druídica, y
misteriosos vídeos de algunos de sus miembros en lugares de poder de la
geografía andaluza realizando lo que parecían extraños rituales, ejercieron en
mí una gran atracción, pero fue sin embargo la escucha de demos de algunas de
sus ideas musicales, publicadas a lo largo de ese año, lo que concentró
poderosamente mi atención.
También el
concierto al que tuve el gusto de asistir en Sevilla el 5 de abril, y cierto
trato, no por ocasional menos apreciado, que tengo el honor de mantener con
algunos de sus miembros, y el conocimiento algunos de sus trabajos musicales
previos, causaron esta cierta predisposición a que me refiero.
Ah, pero uno
sabe que anda sobre la senda del conocimiento cuando a pesar de su poca o mucha
sabiduría tiene el corazón abierto, y el encanto y la zozobra, la sorpresa, en
fin, le salen al paso a pesar de cualquier juicio previo. Que la simple escucha
de música brinde, aparte de entretenimiento lúdico, la capacidad de evocar en
la imaginación secuencias cinemáticas tangibles como el teclado con el que
escribo estas palabras ahora mismo, centrarle en experiencias durante instantes
en donde la concepción profana del tiempo carece de sentido alguno, y nutrirle
de visiones poderosas, sólo puede calificarse de acontecimiento mágico.
Así pues,
esto ha sido decidido in illo tempore: ofreceré mi experiencia de la
primera escucha de Poderoso se alza en My. Mi narración no se refiere
tanto a la experiencia en tiempo lineal de un individuo dotado de ego e
historia, sino más bien a la de un observador virgen implicado en el mismo acto
de experimentarla, pues así me fue dado vivirla. Empero, antes de dar comienzo,
permítaseme hacer un poco de historia, pues me parece pertinente.
La génesis
del Numinoso Círculo Atlante se remonta, hasta donde conozco, al año 2005 de la
Era Común. Ese año tres hierofantes bajo el nombre de Orthodox aunaron
inquietudes y esfuerzos para gestar una obra que a día de hoy es considerada ya
un hito en la escena musical ibérica. Me refiero a Gran Poder. Tratar de
describir el efecto que con el tiempo han causado en mí sus cuatro piezas sería
una tarea que excedería el propósito de este texto. Baste decir que la
considero una piedra de toque en el camino de mi trascender por medio de la
contemplación del Arte. Gran Poder plasma un sentir particularmente
andaluz de su tiempo y de la historia de la Música, de una ortodoxia propia, un
entendimiento de la concepción musical más declaradamente profana del siglo XX,
a la vez y en suma, la simbiosis de una implementación personal y verdadera del
concepto de metal como música con vocación de sobrepasar cualesquiera
límites, y el acervo cultural de sus progenitores. A Gran Poder le
siguieron Amanecer en Puerta Oscura, que puede ser descrita como una
suerte de tránsito a través de la noche oscura del alma, desde su ilusionante
comienzo hasta el apogeo, pasando por fases de atasco, rigidez litúrgica, y tender
a ciegas un puente sobre el Abismo. Y Sentencia, tristemente poco
entendida por quienes no han llegado a ser capaces de superar la forma sólida,
patrones y conceptos repetidos largamente. Sentencia el terror blanco,
inspirada en la obra maestra de Herman Melville, en la égida del gnosticismo
cátaro, un trabajo que supo aunar in extremis tradiciones musicales en principio contrapuestas, tradiciones populares
y clásicas del espacio que la vio nacer.
Tras la
gestación de tan singular trilogía, otros indudablemente influenciados en no
desdeñable medida por la suerte de clima creativo que Orthodox supo alumbrar,
abrieron otros caminos, partieron en otras direcciones, y llegaron a vislumbrar
diferentes facetas del Gran Lienzo. En interés de la historia que trato de
exponer someramente, debe hacerse mención pues de Blooming Látigo, otra
agrupación de visionarios que han tenido el arrojo de ejecutar obras que,
apoyándose en tradiciones contemporáneas, trascienden sus límites formales y se
impulsan -no hallo mejor término- centrífugas, en direcciones insospechadas aún
para el oyente experimentado. A una escueta y sin embargo sublime colección de
temas a sangre y herrumbre desgarrante, le sigió Esfínteres y Faquires,
sutilmente extrema, brutalmente visionaria y catártica, superando cualquier
definición estilística en una forma propia que presumo no será repetida, pues
se intuye fácilmente que sus autores no han sido atrapados por las fuerzas
gravitatorias de su creación. Baste como prueba su última publicación hasta la
fecha, Testa Exenta, suite que denota una maestría que contrasta con la
frescura propia de la ausencia de lastre artístico.
La obra de
Orthodox hasta la fecha concluye, si exceptuamos otras quizá menos ambiciosas,
pero no menores en importancia cuando se trata de conocer los caminos, con Baal,
un ancla a tierra cuyos extremos despuntan hacia lo alto. Himnos de
aproximación, asedio y batalla, que sin embargo cuentan con un prólogo, y sobre
todo un epílogo cargado de significación para entroncar con mi testimonio. Baal
se abre con Alto Padre, composición que puede ser entendida como un
ceremonial de vela de armas: compromiso con el esfuerzo en el viaje y la lucha
que han de acontecer, y también en una suerte de reverso moebiusiano, por su
paralelismo tanto espiritual como formal, de Alabama del maestro John
Coltrane. Quizá las armas van a servir a los actos para los que fueron
forjadas, se va a ejecutar un sacrificio, la sangre propia y la sangre ajena
será vertida en un mismo receptáculo. Ábrase la Tierra, pues, retornen
los hijos a la Madre, sean dioses y hombres fundidos en el crisol de su sagrado
Vientre, para que puedan nacer de nuevo.
PODEROSO SE ALZA EN MY
La llovizna posterna y hace temblar a los que
quedamos en pie. El rojo y el líquido gris del sol que se retira nublan mi
vista. Tiemblo de frío y expectación, huelo el aroma fecundo de la tierra que
empieza a imponerse al hedor de la sangre y la carroña. La Madre se alimenta.
Dos ya han
partido hacia el sureste en busca de otro conocimiento, pero Bar-Gal, el brujo,
permanece en pie al lado del dolmen sobre la loma, mirando hacia el oeste,
buscando la luna. Los ecos de los pulsos eléctricos que conjura cesan cuando el
cielo por fin adquiere el color del plomo, y se hace el silencio al detenerse el
mundo. Bar-Gal nos mira uno por uno a los ojos, una mirada severa y hermana que
conforta el corazón, y por último levanta la vista y sonríe cálidamente. El
canturreo alegre y un tanto retorcido, y el traqueteo a nuestra espalda son
prueba de que la rueca vuelve a girar. Todos nos volvemos y sonreímos, es
Lengua de Carpa conduciendo el carromato rojo, azuzando firme pero
cariñosamente los bueyes negros. Trarames, maestro de los vientos, retira la
tela y se sienta en el pescante al lado de Lengua de Carpa, levanta un brazo y
se ríe con estrépito a modo de saludo.
Todos nos
relajamos y empezamos a acomodar nuestras ropas y nuestras armas, pero Bar-Gal
nos conmina a dejar los metales, pues para el viaje que estamos por emprender,
más que como herramienta servirían de estorbo. La única arma que ha de
servirnos no se templa con la fuerza y la destreza de los brazos, ni por el
poder del agua y el fuego, sino que es la voluntad del espíritu quien la
impulsa y quien a la vez ha de supeditarse a ella: la imaginación.
El carromato
rojo ya ha llegado a nuestro círculo, Trarames baja de un salto y nos saluda.
Lengua de Carpa retira el telón rojo que cubre la parte trasera del carro y
Gamaheo, maestro rítmico, aparece entre dos marmitas llenas de sopa humeante
que huele deliciosamente. Ayudamos a bajar las ollas, un odre de vino, pan y
escudillas que nos vamos repartiendo. Abrazo a Lengua de Carpa, mi corazón se
alegra al contemplar tu sonrisa y el brillo de tus ojos, compañero, y se alegra
doblemente con el olor de estas delicias que traéis.
Todos nos
sentamos lo más cómodamente posible al pie de la colina, disfrutamos del
descanso y de la comida, hablamos y reímos quedamente. El único calor que nos
acompaña es el que el vino infunde a nuestros corazones y el que nos proporciona
la mutua compañía, pues antes de lo estamos por afrontar ya no debemos llamar
la atención, y no podemos permitirnos un fuego. Acabada la cena, y tras un rato
de descanso y conversación, Bar-Gal se pone en pie y nos habla solemnemente.
Compañeros de
discipulado, esta noche celebramos el Samaín, se están abriendo ya las puertas
que comunican los mundos. Vamos a atravesarlas y a contemplar algo lárgamente
olvidado, aquello que hay al otro lado del umbral. PYLAR postrará el fruto
maduro de su siembra ante todos vosotros, un artefacto para ayudaros a detener
el mundo, rescatará una música sagrada de los abismos del mito para que resuene
poderosamente en el interior de cada uno de nosotros, para que nos devuelva a
un espacio y a un tiempo sagrados, donde celebraremos nuestra imaginación y
realizaremos actos mágicos. Queridos compañeros de discipulado, ¡escuchad
ahora!
1. El Pylar ha sido alzado.
Sobre la colina, al pié del dolmen ya se
encuentran los cuatro. Lengua de Carpa da comienzo a la liturgia entonando un Om
que resuena con todo lo que podemos percibir a nuestro alrededor, el aire, el
agua, la tierra, la piedra y la escasa vegetación que nos rodea.
Gamaheo
empieza a ejecutar un ritmo marcial y nos encontramos empujando el carromato
rojo bajo la lluvia, somos apenas un puñado al paso que marca Gamaheo, Lengua
de Carpa ya está en trance, en pie sobre el carromato, entonando sus cánticos
lunáticos, mientras Trarames y Bar-Gal conjuran la tormenta en las cimas de las
montañas que circundan nuestra marcha.
Noto los
músculos de mis muslos trenzarse, mis brazos y hombros se fibran y mi cuerpo va
entrando en calor a causa del esfuerzo, lo que me permite afrontar cómodamente
el frío. Mi mente está en silencio, estoy atento a afianzar los pies en la
senda que serpentea hacia arriba como una escalera desigual para formar pasos
que permitan a mis piernas, a mi espalda y a mis brazos ejercer el esfuerzo
firmemente. Escucho a Lengua de Carpa clamar en el viento, o ¿es el viento
quien clama a través de su garganta? Escucho el latido de mi corazón acompasado
a la marcha de Gamaheo. Puedo sentir los flujos de estática que teje Trarames,
casi puedo verlos.
A cada
compás, Bar-Gal amasa pura energía en sus manos que carga el ambiente, tiene
que contenerse mientras permite que la tensión crezca. Puedo olerla, puedo
sentirla en mi piel erizando mi bello, nutriendo mis músculos, recorriendo mis
arterias.
Según vamos
ascendiendo, mi cuerpo se vuelve más seguro en sus actos y mis sentidos se
fijan en lo que nos rodea. Los caminos y vueltas que hemos subido no son
azarosos: el suelo bajo nuestros pies está escalonado. Miro a mi alrededor,
vuelvo la cabeza, levanto la vista y miro la Luna llena asomar entre las nubes
que se mueven veloces en el oeste, y como una revelación aparece en mi mente el
destino de nuestros pasos, pues estamos ascendiendo por las escalinatas del ziggurat
de Ur. Inmediatamente algo me golpea desde dentro, como un tañido que más
que aturdirme me despeja: estoy abriendo los ojos y reconociendo las paredes en
la luz particular del salón de mi casa una noche sin luna, estoy sentado sobre
el sofá con las piernas cruzadas.
Pero las
imágenes que veo también, la sensación de mis músculos hinchados en acción y el
viento imponiéndose sobre el sonido de nuestras pisadas y nuestra respiración
siguen resonando en mí. Sigo escuchando el ritmo de Gamaheo, los haces
eléctricos de Trarames, y la salmodia desquiciada de Lengua de Carpa.
Al estallar
el trueno mi mente se llena de luz, veo a Bar-Gal de pie unos pasos por encima
de nosotros, su rostro concentrado en el esfuerzo, tiene los brazos alzados.
Miro hacia arriba y puedo observar cada gota caer desde el cielo, iluminada por
los rayos que Bar-Gal invoca rítmicamente, una misma nota que se desata a intervalos. Una fuerza increíble me
inunda, mi cuerpo se siente poderoso, soy consciente del esfuerzo pero no estoy
cansado, un torrente de seguridad me recorre y mis facciones y mi vista se
afilan, es un placer sentir la tensión en todo mi cuerpo. A juzgar por lo que
veo a mi alrededor, mis compañeros deben estar sintiendo algo parecido, y un
fuerte sentimiento, como una intuición, me confirma que es así: siento poder,
poder que circunda y fluye entre todos los miembros de la procesión. Bar-Gal
sigue atronando, descarga toda la energía que ha reunido en oleadas rítmicas
concentradas en una sola y poderosa nota de Do, una y otra vez, con
furia, como el tañido de una inmensa campana que resonara lo mismo fuera que
dentro de mí, como si no hubiera un fuera y un dentro, aunque puedo sentir los
límites de mi cuerpo a través de mi piel, mi pelo, la superficie de mis uñas y
mis globos oculares, los tímpanos de mis oídos.
La nitidez de
esta visión sin embargo convive dentro de mí con la realidad del salón esta
noche, y más que extrañarme, me maravilla no encontrar contradicción alguna en
ello.
No sé cuánto
tiempo ha pasado desde que comenzó nuestra marcha, podrían ser horas. Al
parecer hemos llegado a la cima de lo que quiera que sea que hemos ascendido y
Bar-Gal detiene su tormenta. Todos sabemos lo que hemos de hacer, formamos un
círculo alrededor del círculo interior que ya han formado los cuatro maestros.
Somos doce.
Lengua de
Carpa continúa su canto, Gamaheo prosigue con su ritmo y Trarames sigue
tejiendo flujos. Las ondas sónicas adquieren una nitidez casi táctil, van
formando una columna. Entonces Bar-Gal vuelve a liberar la energía en primero
en poderosas oleadas y luego en un flujo constante, que se entrelaza con los
demás flujos mientras todo el conjunto va adquiriendo la solidez de la piedra,
una columna con remate que parece cambiar constantemente en formas que se
superponen: volutas semejantes a astas de carnero, cúspide piramidal, hojas de
vid, espigas, un travesaño que da al conjunto una forma en T.
El sonido se
apaga por fin con una última oleada, el eco del Om sigue resonando y los
cuatro descansan un apenas un instante antes de levantar las cabeza. Todos
contenemos la respiración, regocijaos, pues ¡el Pylar ha sido alzado!
2. El más anciano de los errantes.
Reunidos en la cima bajo la luz de la Luna, el
círculo que formamos me recuerda la disposición de Stonehenge, Bar-Gal,
Gamaheo, Lengua de Carpa y Trarames forman el cuadro interior, rodeados de
nuestras doce formas monolíticas. Entonces Lengua de Carpa da comienzo a un
canto que es más un llamada. Las ondas sonoras de su voz quedan suspendidas en
el tiempo y comienzan a arrastrarse hacia atrás. Pronto su cara se transmuta en
una mueca mezcla de dolor y resentimiento, y su boca comienza a escupir un
nombre, una y otra vez: el nombre del aquel que camina de espaldas. El novio de
la Diosa, el que fue escarnecido y cargado de cadenas dobla ahora la curva del
tiempo dejando un rastro de maldiciones a su paso.
A través de Tell
el-Muqayyar retrocedemos con la mirada fija en la Luna. Escucho el clamor
apagado de la multitud que nos rodea, mis ojos atisban sus rostros gimientes,
expresiones huecas, congeladas, mudas, brazos extendidos, dedos crispados que
intentan asir el aire. Toda obra estéril ha sido demolida in illo tempore,
cada palabra falsa que sirvió de sustento a una liturgia vacía, carente de
cimiento, desarraigada, muere sin eco en el aire. Toda la acumulación de
tesoros arrancados del Vientre de la Tierra retornan a ella ahora. El cuerno de
guerra gime, el tambor pagano y el tritono pueblan el viento en el espacio que
ocupamos. Lengua de Carpa, el chamán, precede la procesión invocando al Caos y
a la Discordia con un fervor firme a la vez que urgente, diríase casi sexual.
Espíritu
de la Luna, ¡recordad! Nanna, Madre de los dioses astrales, ¡recordad! En el
nombre de la alianza declarada entre vos y la estirpe de los Hombres, a vos
llamo, ¡escuchad y recordad! De las puertas de la Tierra, ¡a vos llamo! De las
cuatro puertas de la Tierra, aquí ¡os ruego! Oh Señora Ella de los dioses, que
en el Cielo y sobre la Tierra exaltada estás, Señora Nanna de la estirpe de
Annu, ¡escuchadme! Señora Nanna llamada Ki, ¡escuchadme! Señora Nanna, Madre de
los dioses de Ur, ¡escuchadme! Señora Nanna, Diosa de la brillante corona de la
noche, ¡escuchadme! Hacedor de reyes, Progenitor de la Tierra, Proporcionador
del Dorado Cetro, ¡escuchadme y recordad! Poderosa Madre, cuyo pensamiento está
más allá de la comprensión de dioses y hombres, ¡escuchadme y recordad!
¡Escuchadme y recordad! Puerta de las grandes Puertas de las Esferas, ¡abríos a
mí! Maestro de los Igigi, ¡abrid vuestra Puerta! ¡Abrid vuestra Puerta! ¡Abrid
vuestra Puerta!
Tras el
tercer llamado siento la inminencia de algo que me hace consciente de una
tensión en mi espíritu, en un instante oigo golpear la sangre como martillos en
el interior de mi cráneo, y antes de que sepa qué está ocurriendo, Lengua de
Carpa tiembla y brama, el chamán es la Puerta que se abre a la violencia del
Maestro, de la Semilla y del Secreto. Escucho al Padre revelar a su progenie el
dominio del Fuego, la Piedra, el Símbolo y la Máquina.
¡Oh, Nanna!
Atravesamos la Puerta mientras los ecos del canto de Lengua de Carpa se apagan.
Ahk Phypro
Iniciado del Numinoso Círculo Atlante
Ahk Phypro
Iniciado del Numinoso Círculo Atlante
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