sábado, 24 de enero de 2015

Extraños sucesos en "La Mina" tras la primera luna llena del año

El pasado fin de semana se registraron unos extraños sucesos en las cercanías de Sevilla, concretamente en una finca conocida por el nombre de "La Mina". Se sabe que se encontraba allí una troupè de lo más estrafalario que responde al absurdo nombre de PYLAR, perpetrando una supuesta obra musical. Según fuentes, sobre las once de la mañana del sábado se procedió a pulsar cierto "botoncito" fatídico, que se cree fue la causa de una creciente sucesión de situaciones de lo más insólito.




Para las tres la tarde se había ya congregado por los alrededores un grupo de mirones, al parecer atraídos por la singular psicofonía que a la sazón se estaba registrando en la citada finca. El asunto empezó a enredarse, y verdaderamente retorcerse y curvarse, cuando los miembros de la singular troupè procedieron a reproducir a altísimo volumen el esperpento grabado durante las horas inmediatamente anteriores, afectando agudamente a la integridad síquica de varios testigos presenciales, que declararon entre indignados y perplejos que lo que recordaban haber oído con anterioridad, aunque espeluznante, no concordaba con esa especie de "terror cósmico" -fue una de las varias expresiones con que se referían a la susodicha grabación, siendo otras tales como "pantomima infernal", "broma de mal gusto", "fanfarria protomítica", y etcétera- que hería sus oídos ahora.

Ante el extraño caso, se procedió a solicitar el parecer de algunos expertos, que a su llegada entraron, no sin cierto recelo, y con variopinto instrumental de precisión, en la extraña casa sita en medio de la finca. Entre tanto, parece ser que los miembros de la troupè se regalaban con viandas y aperezaban al sol charlando amigablemente con el mayor descaro. Varias declaraciones del momento concuerdan en que "todo eran ruidos de tripas, suspiros y no pocas miradas torcidas, pues a nuestros aparatos nasales y terminaciones papilares llegaba el más delicioso de los aromas", "¡es un potaje de garbanzos!", "una situación desagradable, déjeme decirle", y así por el estilo.

Mientras, varios científicos e investigadores de diverso pelaje discutían, recorrían el interior de la casa, sin dar con el origen de aquella suerte de charanga ajena a los más elementales parámetros de buen gusto y normas de decencia. Desde el exterior se les podía ver midiendo y consultando complejísimos aparatos. Ora uno levantaba su muñeca a la altura de la oreja, para a continuación propinar delicados goplecitos sobre lo que suponemos era la esfera de un reloj; ora se podía ver a otro caminando distraídamente por el jardín, garabateando notas ininteligibles sobre una libreta. En ciertos momentos de silencio durante aquella grabación monstruosa, que parecía tener encandilados a no pocos de los presentes, se podían escuchar, provenientes del interior, todo tipo de interjecciones como estas que reproducimos a continuación:

- ¡No es posible! Pero... ¿quién demonios...?
- Estimado colega, con todo respeto, pero es una cuestión de tiempo, ¿no cree usted?
- ¿Cómo dice? ¿Pero no acaba de escuchar un maldito... ?
- ¡Cállese! ¡Suelte ese libro! ¡Insensato, no lo...
- ¡Aaaaaaahhhhhggg!

Y así por el estilo, más propias de un manicomio que de una reunión de eminencias en varias disciplinas.




Así se sucedían exabruptos y escenas desagradables, mientras personal sanitario desplazado hasta el lugar, alertado por llamadas de la concurrencia, atendía a algunos de estos señores, según iban apareciendo en el umbral de la casa, visiblemente afectados por temblores de rabia y estupor, incapaces de andar por su propio pie. Se dice que algunos repetían extrañas palabras sin el menor sentido (varios testigos creyeron oír el término "Atlantis"). 

En un momento dado, la troupè procedió a entrar de nuevo en la casa por una puerta trasera y desalojó de muy malas maneras, con de amenazas, y sin mayor miramiento en fin, a los sabios que allí quedaban apercibiéndose de las últimas mediciones. Cuando no quedó nadie ajeno dentro, la puerta se cerró de un fuerte portazo y se escucharon juramentos en nombre de Satanás, guitarrazos, el sempiterno tritono y demás parafernalia relacionada con esa plaga que se da en llamar "heavy metal", que se creía erróneamente erradicada, más propia de edades antiguas y pueblos primitivos.

Las primeras teorías sobre lo ocurrido tienen un cariz entre inverosímil y ridículo. Ante ciertas pruebas de campo y evidencias halladas en los alrededores, se especula sobre grietas en la lógica espacio-temporal, superposición de planos, "pura superchería" según declaraciones a este medio de cierto investigador de prestigio. Hay quien se atreve a ir más lejos, asegurando que allí fueron ejecutados conjuros mágicos prohibidos y largamente olvidados, profanaciones de la certidumbre y perversiones del orden social que se creían relegados a la oscuridad de los tiempos, cuando no simples leyendas, cuentos de abuelas, brujas y comadres.




Por lo demás, el paradero de los miembros del conjunto musical PYLAR sigue siendo desconocido. La policía, que ha solicitado la ayuda de un experto en lenguas orientales, busca a unos tales Eliade y Graves, y a la Srta. Gimbutas, pues se cree que podrían saber algo relacionado con el caso, o estar implicados de algún modo.